misma que tú provocas cuando me miras.
Tus manos pequeñitas tomando mi camisa
hacen a mi corazón estremecer,
porque siento tus puñitos fuertes y tiernos aferrarse con amor,
amor que solo hacia ti emana con tal potencia y dulzura.
Corazón, quisiera que no crecieras más;
sin embargo quiero que crezcas,
solo así podré estar satisfecha de haber hecho por fin
a un capullo florecer.
Porque sabes,
no se nada de jardinería y se me marchitan las rosas.
Pero por tí he decidido aprender las estaciones,
el agua que requieren,
los cuidados y el abono que tan bellas las mantienen.
Cambiar de la noche a la mañana no es posible.
Comenzar de cero requiere esforzarse.
Nada es fácil, nada es fácil.
Así se siente una madre, hija.
Impotente cuando lloras,
feliz cuando caminas y me tomas de la mano,
afligida porque puedes caerte o enfermarte,
agotada cada noche desde que naciste,
insatisfecha con mi cuerpo pero orgullosa del tuyo.
Todo cambia, todo cambia.
Pero siempre daré todo por tí.
Tu sonrisa me levanta,
tu sonrisa me da vida,
tu sonrisa me alimenta,
tu sonrisa es mi alegría.
Hija mía,
aquí estaré siempre para tí.
Aunque no me veas,
aunque olvides que no tengo carro para visitarte porque vives lejos,
y aunque lluvias y desiertos nos separen,
mañana Dios nos unirá otra vez.